EVANGELIO DEL DIA
¿Señor a quién iriamos ? Tienes las palabras de la vida eterna. Jn 6, 68
miércoles 10 Octubre 2007
Hoy la Iglesia celebra : Santo Tomás de Villanueva
Libro de Jonás 4,1-11.
Jonás se disgustó mucho y quedó muy enojado. Entonces oró al Señor, diciendo: "¡Ah, Señor! ¿No ocurrió acaso lo que yo decía cuando aún estaba en mi país? Por eso traté de huir a Tarsis lo antes posible. Yo sabía que tú eres un Dios bondadoso y compasivo, lento para enojarte y de gran misericordia, y que te arrepientes del mal con que amenazas. Ahora, Señor, quítame la vida, porque prefiero morir antes que seguir viviendo". El Señor le respondió: "¿Te parece que tienes razón para enojarte?". Jonás salió de Nínive y se sentó al este de la ciudad: allí levantó una choza y se sentó a la sombra de ella, para ver qué iba a suceder en la ciudad. Entonces el Señor hizo crecer allí una planta de ricino, que se levantó por encima de Jonás para darle sombra y librarlo de su disgusto. Jonás se puso muy contento al ver esa planta. Pero al amanecer del día siguiente, Dios hizo que un gusano picara el ricino y este se secó. Cuando salió el sol, Dios hizo soplar un sofocante viento del este. El sol golpeó la cabeza de Jonás, y este se sintió desvanecer. Entonces se deseó la muerte, diciendo: "Prefiero morir antes que seguir viviendo". Dios le dijo a Jonás: "¿Te parece que tienes razón de enojarte por ese ricino?". Y él respondió: "Sí, tengo razón para estar enojado hasta la muerte". El Señor le replicó: "Tú te conmueves por ese ricino que no te ha costado ningún trabajo y que tú no has hecho crecer, que ha brotado en una noche y en una noche se secó, y yo, ¿no me voy a conmover por Nínive, la gran ciudad, donde habitan más de ciento veinte mil seres humanos que no saben distinguir el bien del mal, y donde hay además una gran cantidad de animales?".
Salmo 86(85),3-4.5-6.9-10.
Tú eres mi Dios: ten piedad de mí, Señor, porque te invoco todo el día;
reconforta el ánimo de tu servidor, porque a ti, Señor, elevo mi alma.
Tú, Señor, eres bueno e indulgente, rico en misericordia con aquellos que te invocan:
¡atiende, Señor, a mi plegaria, escucha la voz de mi súplica!
Todas las naciones que has creado vendrán a postrarse delante de ti y glorificarán tu Nombre, Señor,
porque tú eres grande, Dios mío, y eres el único que hace maravillas.
Evangelio según San Lucas 11,1-4.
Un día, Jesús estaba orando en cierto lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: "Señor, enséñanos a orar, así como Juan enseñó a sus discípulos". El les dijo entonces: "Cuando oren, digan: Padre, santificado sea tu Nombre, que venga tu Reino; danos cada día nuestro pan cotidiano; perdona nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a aquellos que nos ofenden; y no nos dejes caer en la tentación".
Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.
Leer el comentario del Evangelio por :
San Silvano (1866-1938), monje ortodoxo
Escritos
“Enséñanos a orar”
Si quieres orar con el espíritu y corazón unidos y no lo alcanzas, di la plegaria con los labios y fija tu espíritu en las palabras de la plegaria, tal como está escrito en la Escalera Santa [de san Juan Clímaco]. Con el tiempo el Señor te dará la “oración del corazón”, sin distracción, y tú orarás con facilidad. Algunos, en el esfuerzo de la oración, habiendo forzado a la inteligencia a descender hasta su corazón, lo han estropeado hasta tal punto que han llegado a no poder ni tan sólo pronunciar la plegaria con los labios. Pero tú, conoces la ley de la vida espiritual: los dones sólo se conceden al alma simple, humilde y obediente. Al que es obediente y comedido en todo –en comida, en palabras y en movimientos- el Señor le dará la oración, y se realizará con facilidad en su corazón.
La oración incesante procede del amor, pero se pierde por los juicios, las vanas palabras y la intemperancia. El que ama a Dios puede pensar en él día y noche, porque ninguna ocupación puede dificultarle el amar a Dios. Los apóstoles amaban al Señor sin que el mundo se lo impidiera y, sin embargo, se acordaban del mundo, oraban por él y se dedicaban a la predicación. Por el contrario, se dijo a san Arseno: “huye de los hombres”, pero el Espíritu divino nos enseña, incluso en el desierto, a orar por los hombres y por el mundo entero.
miércoles, 10 de octubre de 2007
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