“Enséñanos a orar”
Si quieres orar con el espíritu y corazón unidos y no lo alcanzas, di la plegaria con los labios y fija tu espíritu en las palabras de la plegaria, tal como está escrito en la Escalera Santa [de san Juan Clímaco]. Con el tiempo el Señor te dará la “oración del corazón”, sin distracción, y tú orarás con facilidad. Algunos, en el esfuerzo de la oración, habiendo forzado a la inteligencia a descender hasta su corazón, lo han estropeado hasta tal punto que han llegado a no poder ni tan sólo pronunciar la plegaria con los labios. Pero tú, conoces la ley de la vida espiritual: los dones sólo se conceden al alma simple, humilde y obediente. Al que es obediente y comedido en todo –en comida, en palabras y en movimientos- el Señor le dará la oración, y se realizará con facilidad en su corazón.
La oración incesante procede del amor, pero se pierde por los juicios, las vanas palabras y la intemperancia. El que ama a Dios puede pensar en él día y noche, porque ninguna ocupación puede dificultarle el amar a Dios. Los apóstoles amaban al Señor sin que el mundo se lo impidiera y, sin embargo, se acordaban del mundo, oraban por él y se dedicaban a la predicación. Por el contrario, se dijo a san Arseno: “huye de los hombres”, pero el Espíritu divino nos enseña, incluso en el desierto, a orar por los hombres y por el mundo entero.
miércoles, 10 de octubre de 2007
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